Enfermedades de las venas. Varices y trombosis venosa profunda
Las enfermedades que afectan a las venas tienen una gran importancia, ya que las sufren grandes sectores de la población.
La insuficiencia venosa crónica y las varices se erigen como enfermedades que, si bien no acarrean habitualmente peligro para la vida, sí producen alteraciones en la calidad de ésta.
La trombosis venosa profunda, que también es una enfermedad frecuente y altamente discapacitante, puede dar lugar a una complicación potencialmente mortal: el tromboembolismo de pulmón.
Un diagnóstico adecuado y un control precoz de la enfermedad minimizan enormemente los efectos de estas enfermedades, tanto inmediatos como a medio y largo plazo.
El seguimiento y el control por parte de un especialista en enfermedades vasculares, como el cirujano vascular, resultarán esenciales.
Dieta mediterránea y prevención cardiovascular: mito o realidad
La dieta mediterránea tradicional se caracteriza por el consumo de alimentos vegetales: pan, pasta, verduras, ensaladas, legumbres, frutas, frutos secos y aceite de oliva como principal fuente de grasa, con un moderado consumo de pescado, aves de corral, caza y ligeras cantidades de vino tinto, ingerido preferentemente durante las comidas.
Esta dieta es pobre en ácidos grasos saturados no cardiosaludables y rica en fibra alimenticia, y tiene un alto contenido de ácidos grasos monoinsaturados (cardiosaludables), que se derivan principalmente del aceite de oliva.
La adopción de este tipo de alimentación y del estilo de vida que la complementa reduce significativamente los factores de riesgo cardiovascular, no sólo en personas asintomáticas, sino también en pacientes que ya han sufrido un problema cardiovascular agudo previo, como un infarto de miocardio, y en diabéticos.
Esta dieta lleva consigo toda una cultura ligada a la actividad física continuada (30 minutos de paseo al día o deportes moderados, incluido el baile), a la comunicación con los demás (para evitar la soledad y la depresión) y a una pequeña siesta de 10 minutos después de comer que rompa las tensiones de la jornada matinal.
Desnutrición y corazón
La relación entre corazón y nutrición es compleja. La insuficiencia cardíaca puede precipitar la desnutrición, lo que a su vez empeora la insuficiencia cardíaca subyacente.
Durante el ayuno se ponen en marcha mecanismos compensatorios que reducen la demanda cardíaca. Sin embargo, la ingesta de alimentos aumenta el trabajo del corazón. Esto debe ser tenido muy en cuenta cuando se introduce nutrición artificial.
En la insuficiencia cardíaca se produce desnutrición por la alteración en la ingesta y la digestión de los alimentos, en la absorción y el aprovechamiento de nutrientes, y por un aumento de la demanda de energía. La caquexia cardíaca se acompaña de pérdida de masa grasa, tejido muscular y hueso.
La renutrición es posible, pero ha de ser cuidadosa para evitar el síndrome de realimentación. Esta circunstancia puede agravar el fallo cardíaco.
En la desnutrición se producen alteraciones en la estructura y la función del músculo cardíaco que precipitan su mal funcionamiento. La anorexia nerviosa y el déficit de tiamina son dos situaciones aún frecuentes en clínica que pueden acompañarse de alteraciones en la función cardiovascular.
El sobrepeso en el enfermo cardiovascular
La obesidad es una enfermedad crónica que se debe a múltiples causas (genéticas, ambientales, etc.). Precisa ser evaluada por un médico, quien indicará el tratamiento más adecuado, sabiendo que es de difícil control a medio y largo plazo.
El control de la obesidad pasa obligatoriamente por una modificación del estilo de vida. Es necesario adoptar una alimentación más saludable y respetar la práctica de ejercicio físico regular. A veces habrá que recurrir a algún fármaco, que, como en muchas otras enfermedades crónicas (hipertensión, diabetes, etc.), deberá mantenerse a largo plazo.
Hay que huir de remedios-milagro, que pueden poner en grave riesgo la salud y son un fracaso seguro a medio plazo.
Conviene tener especial cuidado con los niños obesos, ya que ellos tienen más posibilidades de ser adultos obesos. De hecho, se está produciendo ya la presentación de diabetes no insulinodependiente a edades más tempranas como complicación de los problemas de sobrepeso entre los adolescentes. El mejor tratamiento es la prevención.
Alcohol y tabaco en la patología cardiovascular
El alcohol y el tabaco influyen directamente sobre la salud cardiovascular.
El consumo de cantidades moderadas de alcohol puede ser beneficioso para la salud cardiovascular.
Se entiende por consumo moderado de alcohol la cantidad de una o dos bebidas alcohólicas al día para los hombres y una para las mujeres.
En personas abstemias no se recomienda iniciar el consumo de bebidas alcohólicas para mejorar su salud cardiovascular. Tampoco se aconseja que aumenten su consumo habitual aquellas que beban menos de las cantidades consideradas moderadas.
El consumo de tabaco incrementa claramente el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, así como de otras muchas patologías graves.
El abandono del hábito fumador disminuye el riesgo cardiovascular, incluso a partir del primer año de dejar de fumar.
Los fumadores pasivos y aquellos que fuman tabaco bajo en nicotina también tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular.
El estrés en las enfermedades cardiovasculares
El estrés es la respuesta fisiológica y psicológica del organismo para adaptarnos a las presiones o demandas de cambio tanto internas como externas.
El ser humano ha sobrevivido en la Tierra gracias al estrés bueno (eustrés). Es el estrés malo (distrés) el que nos preocupa.
Encontramos estrés como respuesta, como consecuencia o como estímulo. La respuesta de estrés está mediada por el sistema nervioso simpático y el eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal.
Si el estrés se perpetúa, nos lleva al agotamiento y, como consecuencia, pueden aparecer el estrés o alguna enfermedad, sobre todo, de tipo cardiovascular.
El estrés como estímulo puede ser físico (esfuerzo físico, cirugía...) o emocional. Este último lo encontramos en nuestro interior (estrés personal) y en nuestro entorno (estrés social y laboral).
El estrés debe ser abordado de forma multidimensional e interdisciplinar. Debemos ofrecer medidas no farmacológicas (ejercicio, alimentación, sueño, psicoterapia, técnicas de relajación, respiración, meditación...) y en ocasiones farmacológicas (betabloqueantes, antidepresivos, ansiolíticos o hipnóticos).
La actividad sexual en los enfermos del corazón
Las enfermedades del corazón no son óbice para retirar de forma permanente la posibilidad de mantener relaciones sexuales. Transcurridas dos semanas en el caso de un infarto agudo de miocardio, o estando asintomático tras sufrir una agudización de la insuficiencia cardíaca, y siempre que el paciente sea capaz de ascender dos pisos de escaleras, puede reintroducir el sexo en su vida habitual. El riesgo de sufrir una nueva crisis de la enfermedad o llegar a una muerte durante el coito es bajo.
Es importante que el paciente se encuentre cómodo en todo momento durante las relaciones sexuales, descansado, sin ansiedad, estrés o temor a no hacerlo bien.
La posibilidad de que la medicación que toma el paciente interfiera en la esfera de la actividad sexual es baja pero existe. Aun así, siempre que el paciente pueda realizar esfuerzos de una intensidad moderada, y cumpla unos requisitos prescritos por el médico, se le puede ayudar con la toma de medicación para las posibles disfunciones sexuales que pudieran aparecer.
El corazón del deportista
El ejercicio trae grandes beneficios a la salud y mejora los factores de riesgo asociados a la patología cardiovascular, como el control de la tensión arterial o de los niveles de colesterol circulantes en la sangre.
El deporte, desde el punto de vista metabólico, se puede dividir en aeróbico y anaeróbico. Con ejercicio físico o trabajo aeróbico se hace referencia a la actividad física que por su intensidad requiere principalmente oxígeno para su mantenimiento. Cuando la intensidad del ejercicio físico es muy elevada para su realización y el organismo no necesita oxígeno, se habla de ejercicio anaeróbico.
La forma más fácil de medir la intensidad del ejercicio aeróbico es a partir del número de pulsaciones cardíacas por minuto, teniendo en cuenta que la cifra máxima que soporta un corazón sano es de aproximadamente 220. Para calcular el número de pulsaciones ideal se resta a 220 la edad en años del practicante.
A partir del número de pulsaciones alcanzadas, el ejercicio físico aeróbico se podría categorizar en suave, moderado y fuerte.
Con la práctica frecuente de deporte, el músculo cardíaco sufre modificaciones y adaptaciones. Una de las más importantes es el descenso de la frecuencia cardíaca en reposo así como durante la realización de ejercicio físico. La alimentación es otro factor importante que considerar a la hora de hacer ejercicio.
Antes de comenzar a practicar deporte es muy importante realizar una valoración de la salud lo más completa posible. Es fundamental llevar a cabo un buen control del sistema cardiovascular; asimismo, sería recomendable un examen genético (realizado una vez en la vida mediante una simple extracción de sangre) para saber si se es portador de alguna alteración en el ADN asociada a las patologías responsables de la muerte súbita cardíaca. Todo ello permite un control y un seguimiento más estrechos del deportista.
Las revisiones médicas deberían empezar en la infancia. Asimismo, son importantes las campañas de sensibilización dirigidas a la población general para concienciar de la necesidad de pasar un control médico específico antes de comenzar a practicar deporte.
Jesús Roca Miranda
Técnico especialista en Haptología